Desde la plaza de armas de un lugar cualquiera, Te escribo una carta para que tú sepas Lo que ya sabías, aunque no lo dijeras. Espero que llegue a tus manos y, que no la devuelvas. Que pagues el rescate que abajo te indico. Yo tampoco me explico, por qué no acudí antes a ti. Pero nadie puede salvarme, nadie sabe lo que sabes, Y tampoco entregarían lo que vale mi rescate. No hay dinero, ni castillos, ni avales, ni talonarios, No hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-, Ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido. Y no te obligo a nada que no quieras. Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden; Te conocen, pero no llegan a ti. Decidí por eso mismo, un mecanismo de defensa. Y presa como está mi alma, con la calma suficiente, Ser más fuerte, y enfrentarme cuanto antes a la verdad, Sin dudar un segundo, lo asumo, sólo tú puedes pagar el rescate. Devuélveme el amor que me arrebataste, O entrégaselo, lo mismo me da, al abajo firmante; Pues no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-, Ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido. Y no te obligo a nada que no quieras. Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden; Te conocen, pero no llegan a ti. Y no te obligo a nada que no quieras. Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden; Te conocen, pero no llegan a ti...
A menudo sacas tus dados para probar suerte, pero eso siempre se queda para los que ya la tienen. El dinero llama al dinero. Supongo que será algo similar.
En el cuarto sigue haciendo frío, te cala hasta los huesos, y por más que te haces una bola en la cama no desaparece, si aprietas fuerte los ojos puedes recordarlo todo mejor, como una película que nunca termina, una película de la que ya has visto una parte que, aunque no tuvo el final que esperabas, no estuvo tan mal al fin y al cabo, y aunque te muestren otras del mismo estilo, a ti te gusta la que tienes, no tienes por qué hacer caso a los demás, cada uno tiene sus preferencias.
Sin embargo, por más que sepas que te falta un pedazo no dejas que te peguen el que te falta. Saltas de baldosa amarilla en baldosa amarilla esperando que en una de ellas todo lo que te rodea desaparezca, sin darte cuenta de que quién desaparece realmente eres tú, maldito cabezón, empeñado en hacer las cosas tres veces más difíciles de los que son cuando no hay necesidad.
Te ofrecieron en la calle del misterio la oportunidad de pedir un deseo, un deseo concedido, tu mayor deseo menos 1, d = D - 1. Aún así, si te dieran todo hecho desde el principio, ¿qué piensas hacer el resto de tu vida?
YO sigo guardando mi puntito del cielo aquí, muy quieto, para que no se estropee con el tiempo, esperando a poder abrir los ojos un día y encontrarte de nuevo.
─ ¿Que escribes? ─ Una carta a los reyes magos. ─ ¿Y qué les pones? ─ Que nos devuelvan la vida.
Báilame el agua. Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto. Sácame de quicio, hazme sufrir... Ponme a secar como un trapo mojado. Lléname de vida, líbrame de mi estigma. Llámame tonto. Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora. No me arrastres. No me asustes. Vete lejos... pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo. Toca mis ojos. Nota la textura del calor. ¿Por cuánto te vendes? Píllate los dedos. Y deja que te invite a un café. Caliente claro. Y sin azucar... sin aliento.