sábado, 6 de febrero de 2010

i will try to fix YOU...



Te lo advertí. Te lo dije. Te lo prometí. Te lo sugerí. Te lo insinué. Todo era cuestión de tiempo. Y ya ha llegado el momento. Sí. Ha llegado. Es este. Es hoy. Es ahora. Este es el momento. Tú momento. Por fin, ha llegado. No quería que trascurriera más tiempo. El tiempo. El tiempo... algo que muchos tienen y que otros... tanto anhelan. Algo más importante de lo que creemos, de lo que creen... El tiempo pasa y pasa... pero y después, ¿qué pasa? Pues pasa lo que pasa... lo que tiene que pasar, que no vuelve atrás, que no retrocede, que se queda a nuestras espaldas. No descorre lo ya avanzado. Las manillas no desandan lo andado. No vuelven de nuevo a su sitio sino para marcar otro momento, otro tiempo, distinto del que ya marcaron la última vez en la que permanecieron en esa misma posición. No reculan. Avanzan. Prosperan. Progresan sin más hasta conquistar un nuevo enfoque. A veces este paso del tiempo es positivo, cuando lo valoras y sabes lo que te haces, esto es, obtienes éxitos, triunfos y victorias y te ves recompensado por tus sacrificios, esos que solo tú sabes lo que tanto y tanto te ha costado. Otras, en cambio, es negativo, como para los ilusos e inconscientes; aun así, lo más negativo de todo es que no se dan cuenta ni de ello, ni de cual es su mayor enemigo, el tiempo.

Que emotivo resulta que alguien dedique parte de su tiempo a ti, apartando todo lo que tenga que hacer para detenerse con uno y atenderlo, tratarlo. Pues he aquí la respuesta a ese tiempo, a ese trato. Y si no se ha dado antes, es por él, por el de siempre, el tiempo. Hay veces en la vida en las que hay que elegir, y establecer una jerarquía, una escala, un orden en el que todo, poco a poco, llega; porque da tiempo a todo. A todo. Hay que saber valorar. Hay que saber vivir. Hay que saber ser feliz. Hay que saber disfrutar. Hay que saber amar. Hay que saber escoger. Hay que saber relacionarse. Hay que saber hablar. Hay que saber callar. Hay que saber demostrar. Hay que saber aprender. Hay que saber... y hay muchos que no saben. La edad te hace madurar, y aunque escribas esto, serás más inmaduro ahora que la próxima vez que lo escribas. La madurez. La madurez la adquieres con los reveses de la vida, con los reveses de tus amigos, con los reveses de tu familia... con los reveses de la vida.

Por eso dedico mi tiempo a quien se que no modificará mi madurez en base a sus actos, sino a quien me aconsejará cuando lo requiera, a quien me querrá por siempre, a quien será feliz cuando yo lo sea, a quien me dará salud cuando enferme, a quien me ha convertido en su propio compañero de trabajo, a quien se alegrará de mis éxitos cuando los conquiste, a quien se apiadará de mis desgracias cuando me invadan, a quien me dará fuerzas cuando sea débil, a quien me corregirá cuando me equivoque, a quien me felicitará cuando venza, a quien me consolará cuando pierda, a quien se lo merece...

Algo más de una hora te he dedicado, aunque qué es eso cuando te llevo dedicado casi lo que llevo de vida, aunque qué es eso cuando te dedicaré mi vida entera. No te diré que he escrito esto; serás tú quien me digas que lo has leído. Te lo advertí. Te lo dije. Te lo prometí. Te lo sugerí. Te lo insinué. Todo era cuestión de tiempo. Y ya ha llegado el momento. Sí. Ha llegado. Es este. Es hoy. Es ahora. Este es el momento. Tú momento. Por fin, ha llegado. Solo una cosa, bueno dos: gracias, muchas gracias.

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